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24/3/14

ARTE SUBLIMINAL (I)


En una entrada anterior (ésta), empezamos a hablar de la historia de los mensajes  subliminales, es decir, aquellos que están diseñados para pasar por debajo (sub) de los límites o umbrales (liminal) de la percepción en condiciones normales.

Vamos a continuar con la historia de estos mensajes, sin entrar (por ahora) en su eficacia comunicativa o persuasiva.

En esta entrada, vamos a analizar algunos de estos posibles mensajes escondidos a través de la historia del arte, posiblemente la más sofisticada y profunda forma de comunicación creada por la humanidad.

Según los especialistas en percepción subliminal, una de las formas usadas con más frecuencia para enmascarar mensajes visuales es la denominada ANAMORFOSIS, un efecto de perspectiva que consiste en la deformación de una imagen, lo que obliga al espectador a adoptar un determinado punto de vista único que permite reconstruir la imagen de forma nítida. Un ejemplo claro del uso de esta técnica es el retrato anamórfico de EDUARDO VI, realizado por WILLIAM SCROTS:

El artista dejó un hueco en el marco que indica al espectador 
por donde debe mirar el cuadro (flecha roja)

Entonces puede ver sin distorsiones tanto el retrato como la leyenda. 

Sin embargo, la utilización más espectacular de esta técnica la encontramos en el famoso cuadro conocido como LOS EMBAJADORES (aunque su verdadero título es JEAN DE DINTEVILLE Y GEORGES DE SELVE), realizado por el gran pintor HANS HOLBEIN EL JOVEN:

Un cuadro magnífico, por derecho propio.

Actualmente expuesto en la National Gallery de Londres, este cuadro está considerado no solo como una de las obras maestras de su autor, sino de la pintura en general. Esta consideración se debe, en primer lugar, a su excelencia desde el punto de vista pictórico, pero también a la información histórica que contiene, a su riqueza en simbolismos y al misterio que constituyó el extraño objeto que aparece en primer plano, entre los pies de los personajes retratados, denominado durante mucho tiempo el hueso de sepia. (Puedes ver un interesante análisis de todos los símbolos que contiene el cuadro AQUÍ). 

Hoy sabemos que el hueso de sepia es, en realidad, una calavera humana distorsionada anamórficamente:



Después de todo, no era el hueso de una sepia.

Hay varias teorías sobre el motivo que llevó a HOLBEIN  a esconder este poderoso símbolo. Una de ellas dice que es una especie de firma, puesto que hohle bein significa en alemán  “hueso hueco”. No me convence. El objeto ocupa un lugar demasiado grande y destacado como para ser simplemente una firma escondida.

La teoría que más adeptos tiene es que este objeto oculto transforma lo que parecía ser el retrato de dos importantes personajes en una VANIDAD (Vanitas), es decir, una alegoría de la brevedad de la vida humana y de lo fugaz que resultan las glorias terrenales.

Puede ser. Al situarse el espectador de forma que la calavera aparezca más o menos nítida, los que se desdibujan por completo son los propios embajadores. La muerte, por tanto, deshace las obras humanas y convierte en irrelevantes todos nuestros esfuerzos.

Como ves, un impresionante ejemplo de mensaje escondido. Como no quiero que estas entradas sean demasiado largas, dejaremos para otro día el análisis de otras grandes obras que, tal vez, contengan más cosas de las aparecen a primera vista.

Hay muchas más, así que espero que te interese este tema. Si no es así, te las saltas y ya está. 

R

24/2/14

PALOMITAS SUBLIMINALES


En 1957, el investigador de mercados y publicista JAMES VICARY publicó los resultados de un curioso experimento que, según él, había llevado a cabo en un cine de Nueva Jersey.

Esto fue lo que contó al mundo: Durante la proyección de la película Picnic, protagonizada por Kim Novak  y William Holden, con la ayuda de un aparato especial (denominado taquistoscopio), había insertado entre los fotogramas del filme unos mensajes de cortísima duración (3/1000 de segundo). Tales mensajes decían:

¿Tienes hambre? Come palomitas.
¿Tienes sed? Bebe Coca-Cola.

La extrema brevedad de los mensajes impedía que estos fueran procesados de manera consciente por el cerebro. Sin embargo, según Vicary, después de la proyección, la venta de palomitas se incrementó un 58% y la de Coca-Cola un 18% sobre las ventas de los días que no se emitían tales mensajes.



La que se lió. A partir de aquello, se publicaron centenares de artículos en todo el mundo alertando al público sobre estas prácticas y exigiendo a los legisladores una regulación estricta de las mismas. De hecho, la Ley General de la Publicidad que rige tal actividad en España, declara ILÍCITA la Publicidad Subliminal, a la que define como aquella que mediante técnicas de producción de estímulos de intensidades fronterizas con los umbrales de los sentidos o análogas, pueda actuar sobre el público destinatario sin ser conscientemente percibida.  

Es lógica tal alarma. El experimento de Vicary parecía demostrar que resulta extremadamente sencillo influir en las decisiones de compra de la gente sin que ellos lo sepan. Es, sin duda, un atentado contra la libertad de elección de las personas.

El problema es que ese experimento es completamente falso. Una trola en toda regla. Lo confesó en 1962 el mismísimo James Vicary. Al parecer, fue una estratagema para relanzar su agencia de comunicación, bastante de capa caída por entonces. En sus propias palabras: "Todo lo que logré, creo, fue poner en uso común una palabra nueva. Y para un hombre como yo, que se dedica a escoger nombres correctos para productos y compañías, se me debería examinar la cabeza por haber escogido un nombre como subliminal. Trato de no pensar en eso, todo fue un truco. Para aquellos que piensan que fue terrible... bueno; yo tuve la misma reacción cuando lo pensé por primera vez."

Soy James Vicary. La he liado parda. 

Entonces, ¿todo esto de la percepción subliminal no es más que un mito, una especie de leyenda urbana? No tan rápido. Desde entonces hasta aquí se han realizado muchos más estudios sobre el tema. Como éste, éste o éste otro. Estudios robustos, sólidos y rigurosos.

Resulta que las investigaciones serias demuestran que nuestro cerebro que es capaz de procesar estímulos subliminales (visuales, auditivos y de otras clases) de los que no tiene consciencia en su presentación. Lo que ocurre es que los efectos son superficiales y duran poco. Pero influir, influyen.

¿Hasta dónde? Este tema me parece muy interesante, así que trataremos de analizarlo en próximas entradas. Por supuesto,  nos esforzaremos en separar la ciencia de la charlatanería, lo que no siempre resulta sencillo.

Volveremos a hablar de este tema. Mientras tanto, puedes ir preparando las palomitas.


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