Existen
muchas puertas para alcanzar el éxito, pero todas se abren con la misma llave:
la capacidad de persuasión, es decir, la habilidad para influir en las
decisiones de otra gente. Por eso no es de extrañar que las empresas, las organizaciones
y los estados destinen una cantidad asombrosa de recursos para tratar de provocar
cambios en nuestras actitudes y convencernos para adoptar ciertos
comportamientos (y no otros).
Mientras das un paseo por el barrio,
lees el periódico, visitas tus sitios favoritos de Internet o ves un rato la
televisión antes de acostarte, tu mente está siendo expuesta a un violento
bombardeo de mensajes persuasivos, tanto si eres consciente de ellos como si
no.
Se trata de una ciencia. Un conjunto
de técnicas cuidadosamente estudiadas, basadas en un profundo conocimiento del
comportamiento humano. Y resulta que funcionan. Piensa en el coche que conduces
o en el teléfono móvil que utilizas. ¿Hasta qué punto puedes asegurar que su
compra ha sido una decisión “libre”?
Sea lo que sea lo que hagas, es
importante que sepas venderlo. La mayoría de las personas son capaces de
marcarse unos objetivos y de trabajar por ellos duramente. Pero la diferencia
la marcan aquellos que han desarrollado la capacidad de influir en las
decisiones de los demás. Los que son capaces de convencernos.
Por cierto, algunas de esas cosas me generan dudas de tipo ético. Aquellas ideas que me parezcan menos aceptables desde el punto de vista moral, se agrupan en una categoría denominada Apuntes de Manipulación. No es que recomiende su uso, pero sí su conocimiento para estar a salvo de ellas.
Cierto jugador profesional de póker escribió un libro sobre las trampas que se pueden hacer en este juego. Alguien le recriminó: "Ha escrito usted un manual para tramposos". "Al contrario", respondió. "Los tramposos ya saben todo esto. Este es un manual para jugadores honrados".
Pues eso mismo. Este es un blog para gente decente. Te doy mi más calurosa bienvenida.
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