Ya sabes lo que se dice: “Hay
tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”.
Al parecer, la frase original es del político británico Benjamín Disraeli, aunque también se le atribuye abundantemente a Mark Twain.
También es muy famosa (hasta el punto de convertirse en un
lugar común) la definición que Bernard
Shaw hizo de la estadística: "Es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno".
Son dos frases injustas. Las estadísticas, como objeto
matemático que son, no mienten. Los políticos, periodistas y creadores de
opinión que las “cocinan” (este es el término que ellos mismos utilizan), a
veces sí lo hacen. Pero, ante la
frase de Bernard Shaw, un matemático
de verdad hubiera dicho: “Lo siento, la muestra es demasiado pequeña
para extraer conclusiones útiles”. En cambio, un político como Winston Churchill diría: “Solo me fio de las estadísticas que yo mismo
he manipulado” (lo dijo).
Ya está bien de citas. El caso es que, en este campo, los
manipuladores juegan con ventaja. El común de la gente (entre el que me
incluyo) sentimos una especie de temor reverencial ante los números. Además,
carecemos de los conocimientos matemáticos necesarios para interpretarlos con
corrección y poder señalar los errores o, dicho más crudamente, los intentos de
manipulación que aparecen en los medios con una frecuencia excesiva.
Uno de los trucos más toscos (tanto que hasta yo lo
comprendo) es el uso del GRÁFICO TRUNCADO. Un gráfico truncado es aquel que
tiene un eje que no se inicia en 0. Vamos, uno que “está recortado”. Esto de recortar un gráfico no revela
necesariamente un intento de manipulación. Puede hacerse, simplemente, para
ahorrar espacio o para resaltar pequeñas diferencias, que serían casi
invisibles en el gráfico completo.
Y ahí está el truco. Mediante esta técnica, puedes hacer que
diferencias insignificantes parezcan gigantescas. Lo mejor es poner un ejemplo.
Este que vamos a ver ha circulado abundantemente por la Red, así que es posible
que ya lo conozcas. Pero es tan, tan claro, que no me resisto a utilizarlo. Con
fines explicativos, por supuesto.
Lo utilizó una televisión pública de Venezuela (Venezolana de Televisión) para ilustrar
los resultados de las elecciones generales que tuvieron lugar en aquel país en
Marzo de 2013. En éstas, el candidato Nicolás
Maduro venció con el 50’66 % de los votos, mientras que Henrique Capriles, su rival, obtuvo el
49’07 %. Apenas un 1’5 % de diferencia. Lo que se dice una victoria por la
mínima.
Y este es el famoso gráfico:
Está truncado. Iba a decir
trucado. Solo aparece la parte
superior de las columnas. Como ves, de este modo el gráfico parece indicar
que Nicolás Maduro venció por una
mayoría aplastante. La representación del voto de Henrique Capriles queda reducida a algo así como una diminuta
rodaja de salchichón. Apenas nada, ni para un montado. ¡Pero esa rodajita
representa a casi la mitad de los votantes de Venezuela!
Tras el ridículo mundial, la propia televisión rectificó poco
después y publicó este nuevo gráfico:
Aquí, queda mucho más
clara la exigua diferencia de votos. Los votantes de Capriles ya
no son una rodaja de salchichón, sino que ocupan casi la mitad de la tarta. Este
segundo gráfico representa de forma mucho más fiel la realidad electoral del
país.
Tuve noticia de este, digamos, error a través del magnífico blog
Malaprensa, sitio que visito con
frecuencia para desasnarme un poco en lo tocante a la interpretación de
estadísticas. Te pido perdón si ya conocías el caso, pero es que es uno de los
más claros y risibles que he visto en mi vida.
En fin, que el uso torticero de las estadísticas sirve para
demostrar cualquier cosa que uno desee. Y esto es algo con lo que el 72 % de la
población está de acuerdo. Me lo ha dicho un pajarito.
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