En ocasiones, al estar frente a
determinada persona, experimentamos súbitamente una serie de curiosos síntomas
físicos. Nos sentimos extraños. ¿Habremos caído enfermos? Estos son tales
síntomas. A ver si los reconoces:
- Dilatación de la pupila (hasta un 30%).
- Distracción. Disminución de los impulsos del dolor y del estrés.
- Aumento del ritmo cardiaco.
- Falta de aire. La respiración se acelera.
- Elevación de la temperatura corporal.
- Ligera sensación de vértigo.
- Excitación sexual.
¿También te ha ocurrido a ti?
Seguro que sí (o eso espero). Se trata de una serie de reacciones físicas que
se producen en nuestro organismo durante el proceso del enamoramiento, al estar frente a la persona objeto de nuestro
éxtasis. Ortega y Gasset lo
describió como “un estado de imbecilidad
transitoria”. Menudo romántico estaba hecho, el maestro.
La responsable de este torrente
de reacciones es un alcaloide neurotransmisor de la familia de las anfetaminas llamado FENILELTILAMINA. La feniletilamina es sintetizada por
nuestro propio cuerpo.
Cuando el cerebro se pone a
producir feniletilamina como un loco,
el organismo responde mediante la secreción de DOPAMINA (que provoca
sensación de placer), NOREPRINEFINA
(que produce euforia) y OXITOCINA (que,
además de ser responsable de las contracciones en el parto, provoca
sentimientos de ternura).
Feniletilamina, la molécula del amooorrrr. |
Esta ducha química, en su
conjunto, induce en nosotros los síntomas antes descritos y ¡Zas! nos hemos
enamorado. El efecto es tan potente que puede tornarse adictivo, provocando que
algunas personas salten de pareja en pareja, buscando sentir de nuevo las
sensaciones provocadas en las fases iniciales del cortejo por tan poderoso
coctel hormonal. “Adictos al amor”, se denominan, y no saben hasta qué punto
están en lo cierto.
En fin, espero que esta cruda
explicación bioquímica del amor no le reste ni un ápice de su maravillosa
magia. Una vez que la conoces, puedes minimizarla y seguir utilizando las que
nos dan los poetas.
Pero es necesaria para que
comprendas lo que sigue. En los años 80, los doctores Donald F. Klein y Michael Lebowitz, del Instituto Psiquiátrico de
Nueva York, encontraron una relación positiva entre la depresión sufrida por
los sujetos que padecían “mal de amores” y la fuerte compulsión que tenían
muchos de ellos a comer… chocolate.
Como quiera que el chocolate
contiene importantes cantidades de feniletilamina,
dedujeron que la compulsión a consumirlo debía ser una especie de
automedicación por parte de estos pacientes, que aliviaban así, en parte, la
depresión producida por una desilusión amorosa. Desde entonces, se ha
considerado popularmente que el chocolate es una especie de sustituto del amor…
o del sexo.
Debes saber que la comunidad
científica no comparte unánimemente esta tesis. El propio Lebowitz ha matizado las implicaciones de sus experimentos. Al
parecer, la feniletilamina presente
en el chocolate es rápidamente metabolizada, por lo que no llega a nuestro
cerebro en cantidades significativas. Sea cierto o no, el caso es que es una excusa
magnifica para regalar bombones. Ya sabes, por aquello del placebo.
De un modo u otro, funcionan. |
Y ahora, por fin, vamos a
nuestro asunto, que este no es un blog de medicina (ni de gastronomía), sino de
persuasión. Te voy a contar una confidencia científica de bastante interés para
nuestros fines. Allá va.
El doctor A. Rodney Wellens, de la Universidad
de Miami, realizando ciertos experimentos descubrió lo siguiente:
Cuando una persona mira a otra
de sexo opuesto (siempre que se trate de una mirada directa, fija y sin
pestañear), en la persona así observada empiezan a producirse unos efectos
físicos muy curiosos. Se acelera el pulso cardiaco, se dilatan las pupilas,
etc. ¿Te suena? Seguro que sí, ya hablamos antes de estos síntomas.
¿Sabes quién es la responsable
de todo esto? Lo adivinaste. Se trata de nuestra vieja amiga, la feniletilamina. Cuando un hombre mira
fijamente a una mujer (y viceversa) puede provocar una respuesta hormonal
parecida a la producida en las primeras fases del enamoramiento. Quien recibe
esta “ducha química” tiene la fuerte sensación de que ha cautivado a su
interlocutor/a, y, a su vez, empieza a sentirse vagamente cautivada/o por
él/ella. (Esto de la corrección política
es un latazo. Mis disculpas por lo feo que queda el texto anterior).
El poder perturbador de una mirada. |
Matices: esta reacción se
produce entre dos personas de sexo opuesto y también, aunque en menor medida,
entre dos mujeres. Las miradas directas y mantenidas entre dos hombres
provocan, más bien, sensación de amenaza y hostilidad.
Las consecuencias de esto son
las siguientes, en forma de consejos:
Si eres mujer, durante tus
entrevistas de venta o tus negociaciones mira fijamente a los ojos de tu
interlocutor, independientemente de su sexo. Mantén la mirada tanto tiempo como
puedas, sin pestañear. Provocarás sensaciones perturbadoras que podrás utilizar
a tu favor.
Si eres hombre, sigue el consejo
anterior cuando trates con una mujer. Pero cuando lo hagas con otro varón,
debes suavizar la técnica. Mantén la mirada directa durante periodos de unos
cuatro o cinco segundos. Luego, descansa un poco mirando, por ejemplo, los
papeles que estás presentando. Y altérnala
así todo el rato. De este modo, evitas los sentimientos hostiles que provoca una mirada demasiado mantenida, pero sin dejar
de generar una sensación de proximidad y respeto.
Termino con una confidencia
personal. Desde que la descubrí, yo mismo he probado esta técnica muchas veces.
Funciona.
R
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