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19/9/16

HABLANDO DE FOBIAS


En una entrada anterior (ésta) hablábamos de la glosofobia o el miedo irracional a hablar en público. Y, para entender bien qué es una fobia, la palabra clave es irracional. ¿Qué significa exactamente irracional? Se refiere a un miedo desproporcionado ante una situación, objeto, animal o lo que sea que, en realidad, no presenta un peligro real. 

Veamos, por ejemplo, el miedo a las alturas. Casi todos tenemos cierto miedo a las alturas. Probablemente, se trate de una respuesta evolutiva benigna, que nos lleva a evitar ciertas situaciones peligrosas. Pero si, al asomarte por un balcón, sufres una crisis de ansiedad, un ataque de pánico, vomitas o llegas a perder el conocimiento, entonces probablemente padezcas acrofobia. Es decir, se considera que alguien sufre de un verdadero trastorno fóbico cuando éste afecta seriamente a su vida cotidiana.

Existen muchísimas fobias diagnosticables, algunas relativamente frecuentes. Así, por ejemplo, la mencionada acrofobia o miedo a las alturas, la aracnofobia (miedo a las arañas) o la claustrofobia (miedo a los espacios cerrados) son fobias que afectan a un porcentaje significativo de la población.

Otras, en cambio, son mucho más extrañas. Existe, por ejemplo, la ombrofobia, que es el miedo a mojarse con el agua de lluvia. O la omfalofobia, que es el miedo a ver o tocar el propio ombligo o el de los demás.

La HIPOPOTOMONSTROSESQUIPEDALIOFOBIA
es el miedo a las palabras largas.
Los psicólogos son unos cachondos.

Y vamos con lo que nos ha traído hasta aquí. El miedo a hablar en público. En realidad, como dijimos, si no altera seriamente tu vida cotidiana no es una fobia. Si antes de una presentación o de dar una ponencia sientes algo de miedo ante el reto que se te presenta, significa que eres una persona absolutamente normal. Eso nos pasa a todos. A TODOS.

Se trata de una de las denominadas ansiedades sociales y, como te decía, todo el mundo las tiene en mayor o menor medida. Están basadas en el miedo a la reacción negativa de otras personas. No se trata de un temor a que respondan agresivamente o con violencia ante nuestra presentación. Sabemos que eso no va ocurrir (al menos, en las empresas que yo suelo visitar. Si no es tu caso, tal vez deberías cambiar de trabajo). 

Pero la simple idea de la desaprobación de otros puede llegar a afectarnos. Somos seres sociales y la opinión de los demás nos importa, independientemente de quienes sean esas personas. Nuestra forma de ver el mundo y, sobre todo, nuestra posición en él, con frecuencia está basada en que otros aprueben nuestra competencia. 

Pero eso no debe llegar a impedirnos aprovechar las oportunidades que se nos presenten. Se trata de un miedo perfectamente manejable, y que puede llegar a superarse casi por completo con un buen entrenamiento.

Te lo digo por experiencia. 


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