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15/9/14

TRUCO PARA VENDER ESPINACAS


Si algo sé con certeza, es que a los niños no les gustan las espinacas. Y mira que son sanas. Contienen montones de vitaminas A, C y E, acido fólico, fibra vegetal y otras cosas muy recomendables. Pero los niños las detestan, qué le vamos a hacer. Es dificilísimo lograr que se las coman.

Salvo que…

Salvo que a algún genio de la manipulación se le ocurra una historia. Una historia que haga que las espinacas resulten apetecibles (aunque sea un poco). Por ejemplo, la historia de un marinero. Es un tipo chocante. Flaco, pero de antebrazos hipertrofiados. Popeye (ese es su nombre) compite con un matón llamado Brutus por las atenciones de una chica larguirucha. Por suerte, cuando se zampa una lata de espinacas, Popeye adquiere una fuerza descomunal. Tras el doping, da unos puñetazos tremendos, tanto que su rival vuela varios metros por los aires traspasando los muros y dejando en ellos un agujero con la forma de su corpachón. A la chica larguirucha se le dibujan unos corazones en los ojos.

Caramba, eso ya es otra cosa. Vengan esas espinacas.

Y es que no hay nada como una buena historia para ayudar a transmitir un mensaje. Cualquier mensaje. De hecho, la Humanidad ha venido utilizando este ardid desde el principio de los tiempos. La mitología de todas las culturas, los cuentos infantiles, las parábolas bíblicas, las fabulas con moraleja, las leyendas (urbanas o no) y la mayoría de los anuncios publicitarios no son otra cosa que HISTORIAS, estructuras narrativas utilizadas por sus autores para transmitir el mensaje que deseaban de la manera más eficaz posible.

Estatua erigida en honor de Popeye en la ciudad tejana de Crystal City, cuya principal industria es
el cultivo de espinacas. Es conmovedor ver que existen ciudades tan agradecidas.


¿Por qué lo hacen así? Porque funciona. La estructura narrativa es un vehículo formidable para captar la atención, transmitir cualquier tipo de mensaje y fijar conocimientos o creencias. Las ideas que viajan disfrazadas de historia se comprenden mejor, se recuerdan mejor y nos convencen mejor.

Y la veracidad de su contenido importa más bien poco. Por ejemplo, la explicación “científica” del aumento de la fortaleza de Popeye tras la ingesta de espinacas era su supuesto contenido en hierro. Sin embargo, las espinacas, aunque muy saludables, NO son ricas en hierro. Esta falsa creencia se debió, al parecer, a un error de transcripción. La persona que tradujo un estudio sobre las espinacas del científico alemán E. Von Wolf colocó mal una coma, atribuyendo a las espinacas una cantidad de hierro 10 veces superior a la real. ¿Y qué más da? Ya se sabe que no hay que dejar que la realidad estropee una buena historia.

Las historias nos encantan, pero son unas manipuladoras. Un truco muy viejo, de acuerdo. Pero ya te digo que funciona. Hay varios e importantes motivos que explican la eficacia persuasiva de los mensajes empaquetados en forma de “historias”. Nos ocuparemos de ellos en próximas entradas. Pero piensa en esto: ¿Tú hubieras probado las espinacas de no ser por la historia de Popeye?

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