Tengo muchas ganas de hablar de
fútbol, pero me voy a contener, porque no estás en un blog de fútbol.
¿Recuerdas esta escena de CASABLANCA?
En el bar, un grupo de oficiales nazis canta alegremente una de sus marchas. El
líder de la Resistencia, Viktor Lazlo,
que mantenía una incómoda conversación con el dueño del bar, baja a la sala y
ordena a la orquesta: “Toquen La
Marsellesa”. Y él mismo empieza a
cantarla.
El resto de los presentes (artistas,
clientes, policías de servicio y camareros)
se le unen con valor y emoción, hasta que entre todos logran acallar a
los militares nazis. Al finalizar el himno, se oyen gritos de “¡Vive la France!”.
No tengo el menor talento musical, ni pretendo tenerlo, así que no me siento capacitado para decir si LA MARSELLESA es una canción buena o mala. Pero de lo que estoy seguro es que se trata de una canción muy poderosa y movilizadora. “Esta música nos ahorrará muchos cañones”, dijo Napoleón al ver el modo en que este himno afectaba a sus tropas.
Porque ese es la finalidad de
los himnos: movilizar al personal. Y su calidad debe medirse en función del grado
en que se alcance ese objetivo. Desde ese punto de vista, puede decirse que LA
MARSELLESA, por ejemplo, es un gran himno. En cambio, el himno oficial del Real Madrid, no
tanto.
Una aclaración, antes de que
sigas leyendo. Me siento autorizado a emitir este juicio porque soy madridista
hasta las trancas. Y escribo esta entrada conmocionado aún por la alegría de
ganar la Décima. Pero voy a intentar no hablar de fútbol.
Te decía que el himno oficial
del Real Madrid no me parece demasiado movilizador (excepto para los que están ya
movilizados). Le falta el ritmo marcial que hace que las tropas marchen
resueltas al combate. Y además carece de cierto aliento épico, ese que aviva los espíritus y eriza las pieles. Todo himno es un himno de batalla o no
es nada. Y esto vale también para los himnos deportivos, entendiendo lo de batalla de forma metafórica, por
supuesto.
Los himnos del F.C. Barcelona o
el Atlético de Madrid sí que funcionan en ese sentido. Son buenos himnos, vibrantes y emotivos,
pero el del Madrid… pues no, qué le vamos a hacer. Y hablando del Atlético de
Madrid: Honor y Respeto para vosotros. Menuda final, cuánto nos hicisteis
sufrir. Cómo me está costando no hablar de fútbol…
Al parecer, el Real Madrid
comprendió esta carencia y, tratando de paliarla, encargó hace algunos años el llamado
Himno del Centenario, compuesto por
José María Cano e interpretado por Plácido Domingo. El Himno del Centenario es
épico y marcial. Tampoco funciona.
¿Por qué? A mi juicio le falta
una cualidad más: que la gente pueda cantarlo a coro. Como hacen en Anfield los
hinchas del Liverpool con su you´ll never walk alone, poniendo con su canto la carne de gallina al resto del mundo. Con
el Himno del Centenario, eso no se
puede hacer. Nunca he logrado cantarlo sin soltar media docena de gallos. Ni
nadie, creo.
El compositor y productor
musical RED ONE es un madridista de pro (él se define a sí mismo como “más que un hincha, un enfermo”) y, al
parecer, comparte desde hace tiempo esta opinión mía. Por eso, ha creado, con
letra de Manuel Jabois, la CANCIÓN
DE LA DÉCIMA (su título real es LUNA NUEVA, pero me parece que siempre será la canción de la décima).
Dice de ella: “Necesitábamos una canción fácil que la gente
pueda cantar rápidamente para apoyar al equipo”.
Y aquí está:
¿Es una buena canción? No lo sé,
no entiendo de música. ¿Funciona como himno
de batalla? Ese es otro asunto. He tratado de cantarla con la entonación
correcta (¡puedo! ¡Sin soltar muchos gallos!), y siento algo muy parecido a los
clientes del bar de Rick cuando LA MARSELLESA llega al verso que dice: “¡A
las armas, ciudadanos!”.
Funciona.
No sé si sustituirá al himno
oficial (no lo creo, ni me parece buena idea), pero como canción de graderío, era muy necesaria, en mi humilde opinión.
Y que conste, que no estoy
hablando de fútbol. Bueno, no solamente de fútbol.
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