Mostrando entradas con la etiqueta motivar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta motivar. Mostrar todas las entradas

30/10/16

LOS JEFES QUE NO SABÍAN MOTIVAR (PERO CREÍAN QUE SÍ)


Me parece que, con esta entrada, me voy a procurar algunos enemigos influyentes. En fin, qué le vamos a hacer.

Verás, he descubierto un fenómeno muy inquietante: existe cierto número de jefes que no saben 
lo que significa la palabra MOTIVACIÓN.

Tú sí conoces el significado, así que no voy a insultarte con definiciones. 

Pero, lo creas o no, hay jefes (me niego a llamarles líderes) que no tienen la menor idea de lo que quiere 
decir esa palabra.

Por lo general, creen que motivar significa “lograr que la gente haga voluntariamente y con una gran sonrisa cosas que no quiere hacer de ningún modo”. 

Y, para conseguir eso que alegremente llaman motivar a sus equipos, utilizan un sofisticado mix de técnicas gerenciales. Está compuesto de elogios, amenazas, sobornos, recompensas y chantajes.

Se diría que han ido a un master de habilidades directivas impartido por Al Capone


Capone tenía una filosofía empresarial que provocaba división de opiniones.
Unos se acordaban de su padre y otros de su madre.

A ver. No es que ellos no intenten motivar a sus colaboradores. Lo que pasa es que lo hacen mal y consiguen el efecto contrario. Lo hacen mal porque cometen dos errores:

El primero es creer que las charlas motivacionales sirven para algo. De vez en cuando, reúnen a su equipo y le sueltan una de esas charlas. O le piden a alguien que lo haga.

A mi, por ejemplo. A veces, cuando contratan mis servicios para impartir un curso, escucho la siguiente instrucción 
(o una muy parecida):

sobre todo, es importantísimo que salgan del curso muy motivados”.

¡Eh, siempre salen así! Soy muy bueno con eso. Termino mis cursos en todo lo alto, con alguna charla inspiradora que eleva los espíritus y conmueve los corazones. Cuando hago mi magia, se quedan tan motivados que les pican hasta 
los dientes. Es muy bonito, todos nos emocionamos mucho y nos abrazamos. Puede que alguien deje caer una lagrima. Ese suelo ser yo. 

Al día siguiente vuelven al mundo real y la motivación se va al carajo. 

Era una falsa motivación, completamente inútil si no se modifican las fuentes desmotivadoras. Esa debía ser mi auténtica tarea con ese cliente e implica un trabajo mucho más profundo. Cuando se me permite llevarlo a cabo 
(a veces pasa) se producen cambios positivos y permanentes. Si no, la charla no era más que una arenga. 


 Napoleón daba a sus soldados unas arengas maravillosas. 
Luego los mandaba a la muerte, pero… ¡tenías que ver qué arengas!

¿Recuerdas tu primer día en la empresa? Da igual que seas recepcionista, comercial, mensajero o directora general.

La motivación la llevabas de serie. Ibas a comerte el mundo. Estabas deseando demostrar tu valía. 

Luego, poco a poco, fueron quitándote esa motivación que aportabas gratis. No les resultó sencillo, porque tenías mucha. Pero lo lograron. 

Tal vez, siguieron estas 13 vías que nos explica Miguel Ángel Génova, desde su magnífico blog Formación & Ventas. Lo que nos cuenta Miguel Ángel sobre cómo desmotivar comerciales es perfectamente aplicable, con alguna adaptación, a cualquier otro departamento.

En todo caso, consiguieron desmotivarte.  

Sigues trabajando con ahínco, por supuesto. Pero eso no se debe a tu motivación, sino más bien a tu profesionalidad. 
Y también a que la hipoteca no se paga sola. 

Lo que nos lleva al segundo y, con mucho, más importante de los errores: 

Asumir que las personas sólo trabajamos por dinero. 

El dinero nos importa, claro está. Nos importa un montón. Pero no es lo único que nos importa.

Déjame que te cuente una historia…

Había una vez un viejo muy listo que todos los días salía a pasear. Y, todos los días, unos niños repelentes le insultaban y se burlaban de él. 

Para librarse de ellos, recurrió a un truco que, seguramente, recordaba de sus años de consultor de RRHH.

Decidió motivarles.  

Así que les dijo:

“¡Fantástico, maravilloso! ¡Qué buenos son los insultos que me hacéis! Chicos, sois increíbles en esto, de verdad”.

Y les dio un euro a cada uno.

“Si mañana volvéis a conseguir hacerme rabiar, os daré otro euro”.

Y así lo hizo. Durante un par de días más, les pagó un euro para que le insultaran.

Al cuarto día, tras despedirse, les dijo:

“Si volvéis mañana, os daré cincuenta céntimos”.

Volvieron y fueron puntualmente pagados.

Al quinto día, la promesa fue:

“Bien. Si lo repetís mañana, os daré… veinte céntimos”.

“¿Qué?¿Has dicho veinte céntimos?”, le respondieron indignados. “Ni lo sueñes. No vas a conseguir que te insultemos por esa cantidad tan ridícula”.

¡Cinco días! Apenas tardó cinco días en transformar la fuerte motivación intrínseca de unos niños enérgicos y descarados en una burocrática motivación extrínseca. Lo hizo utilizando una acción motivadora supuestamente 
infalible (elogios y dinero). 

Pero él pretendía que desaparecieran la diversión, la emoción, la iniciativa y la curiosidad. Y lo logró plenamente 
¿Era listo o no era listo el viejo? 

 ¡Sayonara, pringaos!

A mi juicio, el asunto de la motivación en las empresas requiere un auténtico cambio de paradigma. 
La palabra LIDERAR viene de conducir. No viene de sobornar. Y, ojo al dato que igual te va a sorprender, 
liderar tampoco viene de seducir (seducir sirve para cosas mejores). 

Resulta que una buena parte de nuestros programas de liderazgo están basados en la seducción, en el soborno y en el chantaje de los equipos de trabajo. O sea, en la cruda manipulación de las personas, de sus esperanzas y 
de sus miedos. 

No vayas a creer que todo esto es filosofía de salón. El cambio de paradigma ya está siendo aplicado, con muchísimo éxito, en algunas de las principales y más rentables empresas del mundo. Es algo que abordamos en profundidad en nuestro curso LIDERAZGO RADICAL.

Ahora, me gustaría hablarte más extensamente sobre los nuevos paradigmas, pero esto está quedando ya muy largo, así que tendré que hacerlo en otra ocasión.

Si es que consigo motivarte para que vuelvas por aquí.

R


NOTA: La estupenda historia del viejo y los niños insultones fue escrita originalmente por Alfie Kohn (un famoso psicólogo social). Yo la he sacado del libro El mito de la motivación, de Reinhard K. Sprenguer. Lee el libro y te harás un favor.