7/7/14

PUENTE NUEVO


Los formadores  tenemos algo de nómadas. Viajamos de aquí para allá impartiendo nuestros cursos, desplazándonos hasta donde nos indiquen nuestros clientes y adaptándonos a sus necesidades. He impartido cursos en pequeños despachos, en salas de reuniones y en todo tipo de aulas. Personalmente, no soy nada exigente en este sentido. Lo que más valoro antes de empezar un curso es la actitud de los asistentes, mucho más que las instalaciones donde éste se lleve a cabo.

Pero, ya que hablamos de instalaciones, he de decirte que yo las divido en tres categorías, en función de su calidad: las buenas, las excelentes y… el  CAMPUS PUENTE NUEVO.

Situado cerca de Cebreros, en la provincia de Ávila, fue originalmente un poblado donde vivían con sus familias los empleados que daban servicio a la central hidroeléctrica de Puente Nuevo. Como tal, contaba con cierto número de viviendas (alrededor de 25), capilla, consultorio médico  y otras instalaciones comunes, todas ellas perfectamente integradas en el hermoso paisaje que las rodea, respetando la belleza natural de la zona.

Buen sitio

 Posteriormente, y tras una excelente rehabilitación, en el año 2000 estas instalaciones se convirtieron en la sede de la UNIVERSIDAD CORPORATIVA GAS NATURAL FENOSA, siendo desde entonces el lugar donde esta empresa lleva a cabo la mayoría de sus acciones formativas.

Buenas instalaciones

Tuve la ocasión de conocer el CAMPUS PUENTE NUEVO a raíz de mi participación en unos cursos integrados en el plan de formación del SIE (SINDICATO INDEPENDIENTE DE LA ENERGIA), concretamente para su sección de GAS NATURAL FENOSA. Son ya tres cursos los impartidos, y alguno más que está previsto para los próximos meses.

Para mí siempre es un enorme placer ir allí. En primer lugar, para reencontrarme con mis buenos amigos del SIE. Pero también para disfrutar de las instalaciones que brinda el Campus para la realización de los cursos. Sencillamente magníficas.

Buena gente

Y no quiero acabar sin agradecer la ayuda y la atención prestadas por el equipo de coordinadores del campus, siempre atentos a las necesidades de instructores y alumnos.

La verdad, trabajar en esas condiciones casi, casi no es trabajar. Ojo, he dicho “casi”.


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26/5/14

HIMNOS DE BATALLA


Tengo muchas ganas de hablar de fútbol, pero me voy a contener, porque no estás en un blog de fútbol.

¿Recuerdas esta escena de CASABLANCA? En el bar, un grupo de oficiales nazis canta alegremente una de sus marchas. El líder de la Resistencia, Viktor Lazlo, que mantenía una incómoda conversación con el dueño del bar, baja a la sala y ordena a la orquesta: “Toquen La Marsellesa”.  Y él mismo empieza a cantarla.


El resto de los presentes (artistas, clientes, policías de servicio y camareros)  se le unen con valor y emoción, hasta que entre todos logran acallar a los militares nazis. Al finalizar el himno, se oyen gritos de “¡Vive la France!”.







No tengo el menor talento musical, ni pretendo tenerlo, así que no me siento capacitado para decir si  LA MARSELLESA es una canción buena o mala. Pero de lo que estoy seguro es que se trata de una canción muy poderosa y movilizadora. “Esta música nos ahorrará muchos cañones”, dijo Napoleón al ver el modo en que este himno afectaba a sus tropas.

Porque ese es la finalidad de los himnos: movilizar al personal. Y su calidad debe medirse en función del grado en que se alcance ese objetivo. Desde ese punto de vista, puede decirse que LA MARSELLESA, por ejemplo, es un gran himno. En cambio, el himno oficial del Real Madrid, no tanto.

Una aclaración, antes de que sigas leyendo. Me siento autorizado a emitir este juicio porque soy madridista hasta las trancas. Y escribo esta entrada conmocionado aún por la alegría de ganar la Décima. Pero voy a intentar no hablar de fútbol.

Te decía que el himno oficial del Real Madrid no me parece demasiado movilizador (excepto para los que están ya movilizados). Le falta el ritmo marcial que hace que las tropas marchen resueltas al combate. Y además carece de cierto aliento épico, ese que aviva los espíritus y eriza las pieles. Todo himno es un himno de batalla o no es nada. Y esto vale también para los himnos deportivos, entendiendo lo de batalla de forma metafórica, por supuesto.

Los himnos del F.C. Barcelona o el Atlético de Madrid sí que funcionan en ese sentido. Son buenos himnos, vibrantes y emotivos, pero el del Madrid… pues no, qué le vamos a hacer. Y hablando del Atlético de Madrid: Honor y Respeto para vosotros. Menuda final, cuánto nos hicisteis sufrir. Cómo me está costando no hablar de fútbol…

Al parecer, el Real Madrid comprendió esta carencia y, tratando de paliarla, encargó hace algunos años el llamado Himno del Centenario, compuesto por José María Cano e interpretado por Plácido Domingo. El Himno del Centenario es épico y marcial. Tampoco funciona.

¿Por qué? A mi juicio le falta una cualidad más: que la gente pueda cantarlo a coro. Como hacen en Anfield los hinchas del Liverpool con su you´ll never walk alone, poniendo con su canto la carne de gallina al resto del mundo. Con el Himno del Centenario, eso no se puede hacer. Nunca he logrado cantarlo sin soltar media docena de gallos. Ni nadie, creo.

El compositor y productor musical RED ONE es un madridista de pro (él se define a sí mismo como “más que un hincha, un enfermo”) y, al parecer, comparte desde hace tiempo esta opinión mía. Por eso, ha creado, con letra de Manuel Jabois, la CANCIÓN DE LA DÉCIMA (su título real es LUNA NUEVA, pero me parece que siempre será la canción de la décima).

Dice de ella: “Necesitábamos una canción fácil que la gente pueda cantar rápidamente para apoyar al equipo”.

Y aquí está: 




¿Es una buena canción? No lo sé, no entiendo de música. ¿Funciona como himno de batalla? Ese es otro asunto. He tratado de cantarla con la entonación correcta (¡puedo! ¡Sin soltar muchos gallos!), y siento algo muy parecido a los clientes del bar de Rick cuando LA MARSELLESA llega al verso  que dice: “¡A las armas, ciudadanos!”.

Funciona.

No sé si sustituirá al himno oficial (no lo creo, ni me parece buena idea), pero como canción de graderío, era muy necesaria, en mi humilde opinión.

Y que conste, que no estoy hablando de fútbol. Bueno, no solamente de fútbol.

R

18/5/14

QUÉ LISTO ERES, HANS.


A principios del siglo XX, en Alemania se hizo muy célebre cierto personaje llamado Hans. Este tal Hans alcanzó la fama gracias a que sabía contar. Podía realizar algunas operaciones aritméticas simples e incluso era capaz de decir la hora. Hacía tan bien este tipo de cosas que enseguida fue conocido como Clever Hans, Hans el Listo.

Hans realizaba sus exhibiciones en parques y teatros, de manera gratuita. Acudían multitudes a verle actuar y pronto su fama traspasó fronteras, convirtiéndose en una estrella internacional de la que hablaban los periódicos de todo el mundo.

Bah, no es para tanto, dirás tú. Yo también sé contar y decir la hora y fíjate, nadie iría a un teatro a ver cómo lo hago.

No, ni a verme a mí, tampoco. Pero la gente iba a ver a Clever Hans porque resulta que… Hans era un caballo.

La cosa funcionaba así: alguna persona del público lanzaba una pregunta. “¿Cuántas son ocho veces tres”?. Entonces, Hans empezaba a dar coces en el suelo: una coz, dos coces, tres coces… y así hasta llegar a la coz número  veinticuatro. Entonces se paraba y dejaba de dar coces. Respuesta correcta. ¡OHHHHH!

Salía en las revistas, como las celebritys. Pero era mucho más listo.

Las habilidades de Clever Hans causaron sensación y, por supuesto, llamaron la atención de los investigadores. De hecho, la Junta de Educación Alemana designó a un grupo de trece especialistas, denominada la Comisión Hans. Esta comisión la formaban, entre otros, el director del zoológico de Berlín, un oficial de caballería, el gerente de un circo, un importante veterinario y varios profesores. Estaba  encabezada por el psicólogo Carl Stumpf, aunque fue el ayudante de éste, Oskar Pfungst, quien realizó los más importantes descubrimientos de la citada comisión.

En principio, los comisionados estaban seguros de que se trataba de algún tipo de fraude. Sospechaban que el dueño del caballo, Wilhelm von Osten, hacía a Hans alguna clase de señal o gesto para indicarle discretamente cuando debía dejar de dar patadas. Pero no. Pronto comprobaron que el fenómeno no estaba basado en un truco de adiestramiento. Hans también respondía certeramente cuando eran los investigadores quienes hacían las preguntas, incluso estando Von Osten ausente de la sala.

Finalmente, Oskar Pfungst hizo una observación que dio con la clave del enigma. Pfungst se dio cuenta de que Hans respondía correctamente (el 96% de las veces) si la persona que hacía la pregunta conocía la respuesta. Cuando no era así y el interrogador desconocia la respuesta, el índice de aciertos de Hans bajaba drásticamente (hasta un pobre 6%).

Entonces, Pfungs comenzó a observar el comportamiento del interrogador y observó los pequeños, casi imperceptibles cambios que se producían en éste a medida que Hans se acercaba a la respuesta correcta. Ligeros cambios en la expresión del rostro y en la postura corporal, así como una especie de “tensión” creciente que se liberaba cuando el caballo llegaba por fin a la cantidad pedida.

De algún modo, Hans era capaz de detectar estas ligeras variaciones e interpretaba con acierto el momento en que debía dejar de dar coces.

Es de destacar que tanto Osten como el resto de interrogadores eran completamente inconscientes de hecho de que estaban emitiendo estas sutiles señales, denominadas reacciones ideomotoras.  Puede que Hans no supiera contar de verdad, pero desde luego era un lector corporal de primer nivel, un logro que resulta, a mi juicio, más asombroso aún.

Una belleza de animal.

Posteriormente, en experimentos de laboratorio, Pfungs se puso en el lugar del caballo, siendo él quien recibía una serie de preguntas numéricas que respondía a base de toques. Observó que el interrogador emitía señales inconscientes que le permitían dar la respuesta correcta el 90% de las veces.

Este fenómeno, mediante el cual el experimentador actúa sin proponérselo en el experimento mediante el envío de señales o mensajes inconscientes es conocido, a partir de entonces, como Efecto Clever Hans. Más información, AQUÍ (en inglés).

No se puede exagerar la importancia del efecto Clever Hans. Por ejemplo, con el fin de evitarlo, los experimentos para comprobar la eficacia de nuevos medicamentos se realizan mediante el método de Doble Ciego, donde ni los sujetos del estudio ni los investigadores saben si están en el grupo de control o en el experimental. Si el estadístico o el patólogo que comprueban los resultados a posteriori  tampoco saben la composición de los grupos, entonces el método se denomina de Triple Ciego.

¿Para qué tantas precauciones? Pues porque el bueno de Hans, en realidad, no sabía contar.

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NOTA: A través del conocimiento del efecto Clever Hans, de las reacciones ideomotoras y de un par de cosillas más, puedes fácilmente convertirte en vidente, adivino o telépata. Bueno, además tienes que tener un alto grado de cara dura y cierta propensión a cometer fraudes. Pero en todo caso es fascinante, por lo que pienso dedicar a este asunto una entrada en la que, te lo prometo, nos vamos a divertir mucho.

12/5/14

HILO DENTAL


Fíjate en estas fotografías, procedentes de una campaña publicitaria que la marca Colgate realizó hace un par de años para promocionar su hilo dental (te pido disculpas si ya la conocías):

1

2

3

¿Qué es lo que más ha llamado tu atención? Estoy bastante seguro de que se trata de los restos de comida que tiene entre los dientes el personaje masculino de cada una de las fotos. Una visión poco agradable, desde luego.

Ahora vuélvelas a mirar, pero esta vez un poco más despacio. Cuenta las orejas del primer personaje. En la segunda foto, cuenta los dedos de la mano de su acompañante y en la tercera, observa  el brazo que tiene sobre el hombro y dime de dónde sale.

¿Te das cuenta? Un pequeño resto de comida entre los dientes te ha distraído tanto que no has visto cosas como una mano de seis dedos o un hombre con una sola oreja.

En términos generales, suelo ser bastante crítico con la publicidad, pero esta campaña es simplemente genial. Utiliza de modo muy inteligente la limitada capacidad para procesar información que tiene el cerebro humano. Por ese motivo, un único detalle (muy llamativo, eso sí), ciega nuestra percepción al resto de la información presentada.

En una entrada anterior (A los guapos todo se nos perdona), mencionamos de pasada el efecto halo, que tanto benefició a J. F. Kennedy (y perjudicó a R. Nixon) en su debate ante las cámaras. Un rasgo positivo puede tirar hacia arriba de toda la valoración que nuestro interlocutor hace de nosotros, de modo que detalles como, por ejemplo, llevar un buen traje, pueden hacernos aparecer como más inteligentes de lo que somos en realidad (menos mal).

El efecto halo es tremendamente importante para nosotros, los vendedores, por lo que pienso dedicarle más entradas en este blog. Pero, por ahora, quédate con esto: si llevas restos de comida entre los dientes, poco importa lo que cuentes a continuación. Nadie lo va a recordar.


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